El pirómano es una extraordinaria creación de la administración pública. Concentra la frustración y el odio de la población, que no llega nunca a percatarse de lo evidente: que el paisaje reunía las condiciones para arder. Sin embargo, una reflexión serena nos muestra que frente a este hecho incontestable (el de un paisaje seco y caliente), la figura del pirómano es secundaria; casi despreciable.